
Antes de empezar a escribir este artículo, entró a mi cuarto mi pequeña sobrinita y me dijo “¡mira tía Minchi, mira mi boquita! Pude ver su boquita de color rojo, pues mi mamá le concedió el deseo de pintarle sus labios. Yo le respondí: “¡wow, que linda!”
Amiga, ¿te recuerdas cómo eras de niña? ¡así éramos! Queríamos aplicarnos el labial de mamá, queríamos usar sus tacones, sus joyas y que nos dijeran cuán bellas lucíamos. Dios nos concedió el don de Su belleza.